Amazonía: La tierra perdida
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Adiós al agua, bienvenida la minería

La minería de aluvión en tierra y agua, sumada a la deforestación asociada a la apropiación ilegal de baldíos, es otra de las grandes causas de la degradación de la Amazonía colombiana. Una actividad que no solo contribuye a la pérdida de centenares de hectáreas de bosque al año, sino que pone en peligro de extinción a los ecosistemas acuáticos de la región. Los más afectados son las comunidades indígenas, que consumen agua y pescados envenenados con mercurio y que han visto cómo el millonario negocio ilegal ha roto su tejido social.

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Una mujer tiene un comportamiento distinto al hombre, nosotras damos la vida y la cuidamos. Los hombres tumban un árbol y nosotras plantamos la semilla.

Danixa Milena Moreno Miraña, indígena Nonuya.

Debemos reconocerle a nuestras mujeres indígenas la valentía con que se enfrentaron a la minería. Fueron más valientes que los hombres.

Elio Miraña.

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En la última década, la serenidad de los ríos de la Amazonía colombiana se ha visto interrumpida por centenares de balsas que navegan sus aguas en busca de oro y que dejan tras de sí una cola de sedimentos. Las travesías pueden durar días o semanas en las que mineros aspiran con mangueras los lechos de los ríos. Son toneladas de piedras, arena y material orgánico succionados para obtener unos cuantos gramos de oro.

La operación minera, a todas luces ilegal por hacerse en zonas con algún tipo de protección ambiental, produce graves daños en los ecosistemas fluviales. La remoción de sedimentos de los lechos destruye la fuente de alimentos de peces y otros animales, y su posterior vertimiento en los mismos ríos saqueados reduce el oxígeno necesario para la supervivencia de la flora y fauna. Y para agravar la situación, estos ríos están siendo envenenados por el mercurio utilizado para extraer el oro. En resumen, y como lo expresaron varios indígenas, “la minería vuelve nuestros ríos en desiertos (…) puede haber agua, pero sin vida y envenenada”.

No es fortuito que en la última década la minería ilegal se haya apoderado de los ríos de la Amazonía colombiana. Desde 2005 el precio internacional del oro prácticamente se ha cuadruplicado, convirtiéndose en un negocio igual o más atractivo que el narcotráfico. Esta fiebre del oro ha atraído personas de otras partes del país y a extranjeros, y ha roto el tejido social de las comunidades indígenas que viven en sus cuencas. Las ilusiones de enriquecimiento y dinero fácil han llevado a indígenas a inmiscuirse en la minería y darles la espalda a su cultura y tradiciones ancestrales.

Con la minería ilegal vienen los grupos armados ilegales que se lucran a costa del daño ambiental y de la vulneración de los derechos humanos cometida contra las comunidades indígenas. Además de financiar la operación, estos grupos arman una red de tráfico de oro que incluye las cadenas de suministros de insumos para la explotación y de comercialización que termina con su legalización en las grandes ciudades del país.

Esta es la historia de una actividad que deja millones de ganancias a unos pocos y alimenta el conflicto armado colombiano, pero que amenaza con acabar con la Amazonía y con las comunidades indígenas que viven allí. Ellas se niegan a vivir un futuro incierto y han emprendido acciones para salvaguardar la selva y con ella, su ancestral cultura.

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La maldición del rey Midas

Colombia vive una bonanza aurífera por cuenta de los altos precios internacionales del metal precioso y por el aumento de la producción en el país. Entre 2005 y 2021 la onza pasó de cerca de 500 a 1.800 dólares y durante lo corrido de 2022, ha tenido picos superiores a 2.000 dólares. Entre tanto, según datos del Sistema de Información Minero Colombiano, el país ha tenido dos booms de producción de oro: uno entre 2011 y 2016 cuando pasó de producir 1,7 millones de onzas troy a 2 millones de onzas troy y otro, que comenzó el año pasado con los 2,5 millones de onzas troy extraídas del suelo y los ríos colombianos.

Las buenas noticias contrastan con las malas dadas por los informes de la Contraloría General de la Nación y de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). El primero afirma que “cerca del 85 por ciento del oro que está exportando Colombia es producto de la minería ilegal”, mientras que el segundo dice que el 65 por ciento de la explotación aurífera es ilegal. Es decir, buena parte de la actividad minera se está llevando a cabo sin los permisos ambientales necesarios o en zonas donde está prohibida la explotación de oro.

Este problema afecta a los principales departamentos productores como Antioquia y Chocó, pero, debido al auge aurífero, a la deficiente presencia del Estado y a la presencia de grupos armados ilegales, la minería se ha expandido por la cuenca del río Amazonas, en especial en los ríos Atabapo, Inírida, Apaporis, Yarí, Caquetá, Putumayo, Puré y Cotuhé. Allí, los grupos armados dominan la producción de oro y se alían con mafias brasileñas y peruanas como parte de la cadena de un negocio ilegal transnacional. Las fronteras y sus centros urbanos se convierten en puertas por donde entran y salen insumos y oro de contrabando.

El negocio es millonario y rentable porque, como dijo el contralor delegado para el medioambiente, Gabriel Adolfo Jurado, “en comparación con el negocio ilícito de la cocaína, donde el kilo de coca puede estar en el mercado de Colombia por alrededor de los 5 millones de pesos, un kilo de oro ilegal está por el orden de 250 millones de pesos”. Pero la bonaza beneficia a unos pocos y los habitantes de la Amazonía son los que cargan con las pérdidas ambientales y sociales.

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Las balsas mineras son difíciles de ocultar y en cualquier sobrevuelo que se hace sobre algún río amazónico siempre se identifican sin mayor dificultad.

Foto: Nicolás Acevedo Ortíz.

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Los mineros en una balsa pueden durar hasta un mes recorriendo los ríos amazónicos.

Foto: Nicolás Acevedo Ortíz.

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Infortunadamente, la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú se convirtió en epicentro del tráfico ilegal de oro.

Foto: Santiago Ramírez.

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Con el auge de la minería ilegal, los habitantes de ciudades como Leticia sienten que los están estigmatizando por el simple hecho de vivir en un lugar donde las mafias hacen sus transacciones.

Foto: Santiago Ramírez.

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Aunque ahora tengan mala fama porque son usadas para la explotación ilegal de oro, las balsas son un elemento fundamental de la sociedad amazónica. Sobre ellas se erigen negocios de todo tipo: talleres, tiendas y hasta discotecas.

Foto: Santiago Ramírez.

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Las autoridades han encendido las alarmas por las altas concentraciones de mercurio en algunas especies de peces amazónicos que son comercializadas tanto en la cuenca como en el resto del país.

Foto: Santiago Ramírez.

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Además de la contaminación de su cuenca, la erosión de sus orillas y la sedimentación ha aumentado de manera significativa en los últimos años.

Foto: Santiago Ramírez.

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Aunque la deforestación en el departamento de Amazonas casi no existe, los indígenas de la región sí creen que la pérdida de bosque en el piedemonte amazónico los está afectando. Sienten que sus caños se están secando.

Foto: Santiago Ramírez.

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Para las culturas indígenas de la Amazonía, los ríos y los caños no solo les dan vida y sustento, sino que hacen parte de sus cosmovisión y vida espiritual.

Foto: Santiago Ramírez.

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Para sus habitantes, toda la vida gira en torno al río Amazonas. Incluso, muchos lo buscan para ir a descansar y esparcirse. Juegan en la playa, pescan o simplemente se acuestan en sus playas de finas arenas.

Foto: Santiago Ramírez.

Balsa minera en el río Caquetá, Amazonas.

Una balsa minera puede extraer alrededor de 40 gramos de oro al día, más o menos un kilo de oro al mes.

El precio de un kilo de mercurio varía del sitio donde se compre y depende de la oferta y la demanda, pero puede costar entre 500.000 y 1.000.000 de pesos.

Se estima que para obtener un kilo de oro se necesitan 2 kilos de mercurio, pero muchos mineros dicen que pueden gastar hasta 5 kilos.

Además de la contaminación por sedimentación, las balsas vierten a los ríos aceites y otros residuos químicos que expulsan los motores y motobombas.

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Minería mala

La extracción ilegal de oro en los ríos de la Amazonía no solo causa daños ambientales irreparables, también afecta gravemente la salud y el tejido social de las comunidades que habitan las zonas donde se hace la actividad. Las principales víctimas son las comunidades indígenas.

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El mapa, hecho por la FCDS, producto de una compilación de 12 estudios realizados por distintas ONG, universidades e instituciones del Estado, muestra los ríos amazónicos en donde se ha ubicado la minería de oro y donde se han registrado altos niveles mercurio tanto en personas como en animales.

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Hallazgos de mercurio en el cabello de los habitantes de la Amazonía colombiana

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) el máximo que una persona puede tener en su cuerpo es de 1.0 µg/g (ppm). En algunas regiones las muestras de cabello dan mediciones entre 15,4 y 19,7 µg/g (ppm).

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Hallazgos de mercurio en peces de la Amazonía colombiana

Los altos niveles de mercurio también se encuentran en peces, la comida de las comunidades de las cuencas de los ríos amazónicos de grandes ciudades del país.

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Las dinámicas propias de la minería ilegal generan un grave impacto en los recursos hídricos. Los ríos más afectados por la minería y la contaminación son Putumayo, Caquetá, Puré, Cotuhé, Apaporis, Inírida.

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Todos los caminos conducen a la Amazonía

Pese a que en Colombia está prohibido usar mercurio en la minería, los ríos de la Amazonía siguen siendo contaminados con este metal. ¿De dónde los mineros ilegales obtienen el mercurio?

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Ruta por Bolivia
  • El mercurio llega de México, China y Rusia, principalmente.

  • Pasa a Perú por la frontera ubicada en la región de Puno y Madre de Dios.

  • Llega a Brasil por la triple frontera Perú-Bolivia-Brasil ubicada al sur del Estado de Acre.

  • De allí va a la Amazonía ecuatoriana y al norte de Perú.

  • Entra a Colombia por la Amazonía colombiana, ya sea por Ecuador, Perú y Brasil.

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Ruta por Guyana
  • El mercurio llega de China.

  • De allí va a Venezuela y Brasil.

  • Entra a Colombia por el Orinoco o por la frontera con Brasil en el Vaupés, Guainía y Amazonas.

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El viacrucis del río Caquetá

La minería ilegal de aluvión en el río Caquetá comenzó a finales de la década de los 90 del siglo pasado con la llegada de mineros brasileños y peruanos que viajaban en sus balsas aspirando el lecho del río. De acuerdo con la Defensoría del Pueblo, las comunidades tanto indígenas como campesinas permitieron la presencia foránea a cambio de unos pagos, pero al poco tiempo, al ver el daño que causaba en su entorno y en su tejido social, la prohibieron. Se detuvo, así, el avance de este flagelo por la región.

La situación cambió después de 2010, cuando mineros colombianos, cobijados por las Farc, adoptaron la tecnología brasileña y peruana y emprendieron un nuevo ciclo minero. Debido a la pobreza y a la coacción de la guerrilla, en esta ocasión las comunidades indígenas participaron de manera activa. La contaminación del río y sus afluentes por aumento de la sedimentación y por el mercurio produjo graves daños ambientales y en la salud de los habitantes de la región. Y el dinero producto de la explotación aurífera lesionó el tejido social de las comunidades indígenas.

Un caso que da cuenta del drama de la minería ilegal es el de las comunidades bora y miraña que habitan el Parque Nacional Natural Cahuinar. Una investigación hecha en 2015 por universidades y entidades estatales y departamentales arrojó que en 200 indígenas de ambos pueblos la concentración de mercurio se encontraba entre 15,4 y 19,7 µg/g (ppm), valores extremadamente superiores a lo estipulado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es de 1.0 µg/g (ppm).

Con la salida de las Farc de la región las disidencias de esa guerrilla se apoderaron del negocio y han entrado en guerra entre ellas por aumentar el control territorial y asegurar las rentas del millonario negocio. A esta situación se suma la alianza de estos grupos con mafias criminales brasileñas. En el medio están los indígenas que han sufrido de reclutamiento forzado y de la violación a otros derechos humanos y han visto cómo jóvenes abandonan sus tradiciones ancestrales para buscar riqueza como balseros.

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Río Caquetá, límites entre Caquetá y Amazonas.

El mercurio no solo contamina el agua, sino el aire. Esto sucede cuando los mineros calientan la amalgama de mercurio y oro. El primero se vuelve vapor y es respirado por seres humanos y animales.

Las culturas indígenas en aislamiento voluntario se encuentran en riesgo por el avance de la minería ilegal en sus territorios.

Para luchar contra la minería ilegal las fuerzas militares pusieron en marcha el Plan Perseo.

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¿Cómo se extrae oro de los ríos amazónicos?

Hay varios métodos que utilizan los mineros ilegales para extraer el oro: dragas, dragones, retroexcavadoras… pero el más popular es el de las balsas que navegan los ríos de la Amazonía colombiana.

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Construcción de la balsa

Sobre dos flotadores (que pueden ser dos canoas, dos hileras barriles o dos especies de barcazas hechas de madera) se ponen tablas de manera perpendicular entre ambos para formar una plancha.

En la plancha se construye un techo triangular que cubre la maquinaria y las hamacas. En las balsas más sofisticadas se construye un segundo piso destinado al alojamiento los mineros ilegales.

En un extremo se pone un motor que alimenta la manguera que extrae el material rocoso del río y una motobomba que le proporciona aire al minero que se sumerge.

Entre la maquinaria y el otro extremo se construye una canaleta inclinada en la que la parte más baja termina sobre el río.

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Proceso de extracción del oro
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La minería comienza cuando el buzo se sumerge con la manguera succionadora para ubicarla en el lecho del río. Para durar más tiempo bajo el agua, se pone en su boca una manguera conectada a una motobomba que le proporciona aire.

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El material rocoso y el agua succionados fluyen sobre la canaleta la cual tiene en su extremo superior un filtro que retiene las pequeñas partículas de oro acompañadas de pequeñas rocas, lodo y arena.

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El trapo con los sedimentos recolectados se pasa a una caneca con agua donde se le añade el mercurio para que se amalgame con las partículas de oro.

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La amalgama de oro y mercurio se deposita en un recipiente metálico cóncavo (que puede ser desde una cuchara hasta una batea) y se pone al fuego directo de una estufa para que el mercurio se evapore y quede solo el oro. Esta operación se puede hacer en la balsa o en tierra firme.

El agua residual que contiene altos niveles de mercurio se bota al río.

Luego de este proceso el oro entra en una cadena comercial que incluye comerciantes locales, grupos armados, hasta que llega a ciudades como Bogotá. Allí, por medio de estrategias fraudulentas, como falsificación de registros de importación, el oro se legaliza.

Río Caquetá, límites entre Caquetá y Amazonas.

El aumento de la minería ilegal, de la deforestación y del acaparamiento de tierras, sumado a los problemas causados por los enfrentamientos entre los distintos grupos ilegales que se disputan el control de la zona, podría pintar un futuro poco esperanzador para la Amazonía colombiana. Sin embargo, sus habitantes no se resignan y se resisten a vivir en una región sin su verdor y sin la abundancia de sus aguas. Se han organizado y han emprendido acciones para cambiar ese destino trágico al que algunos quieren llevar a la Amazonía.