“Nosotros podemos satanizar los otros desarrollos económicos, la construcción de carros, de maquinarias, toda la industrialización, que también contaminan, pero a nosotros son los que nos estigmatizan.”
Nelson González, ganadero San Vicente del Caguán.
“A los funcionarios les importa dar resultados, les importa que les den un ascenso y que les aumenten el sueldo, no importa tener que estropear, que tengan que estropear… yo he sido una persona de bien y a mí el enredo que me hicieron, me lo hicieron por trabajar.”
Miller Medina, ganadero de Caquetá.
Poco a poco la ganadería ha cobrado mayor relevancia económica en el piedemonte amazónico y hoy departamentos como Caquetá son considerados ganaderos. Según el Comité Departamental de Ganaderos de Caquetá, el inventario bovino en el departamento a inicios de 2022 era de 2.175.265 cabezas y ocupaba el quinto puesto a nivel nacional con un 7,4 por ciento de la población total de estos animales.
Si bien, campesinos afirman que esta región siempre ha sido ganadera, lo cierto es que el incremento exponencial de esta actividad comenzó desde 2015 y en cuatro años aumentó en un 77 por ciento el número de reses. En este mismo periodo, la fiebre por el ganado se amplió a Guaviare y otros lugares del piedemonte amazónico. En solo ocho municipios de Caquetá, Guaviare y Meta casi se ha duplicado el número de reses a pasar de 1.143.000 en 2016 a 2.091.900 en 2021.
La economía ganadera se ha convertido en la base de la cultura de sus habitantes. Ellos no conciben la vida sin las reses: “Acá llegamos a colonizar personas de diferentes partes del país desde hace muchos años, por eso no tenemos una identidad arraigada como la tienen los paisas, que es de siglos, pero el ganado es nuestra cultura, nos hace sentir caqueteños, a nosotros nos conocen en el país por nuestros quesos”, dice Nelson, un ganadero de San Vicente del Caguán.
Aprovechando esta vocación y cultura ganadera, en los últimos años inversionistas y grandes ganaderos de la región y del resto del país, han puesto sus ojos en el piedemonte amazónico como lugar para expandir la ganadería. Habitantes de la región hablan de las grandes cantidades de dinero que circulan en la zona destinadas a deforestar y establecer fincas ganaderas de 50, 100 o más hectáreas y los sobrevuelos muestran que estas fincas se encuentran en los parques naturales, Tinigua y Chiribiquete y la reserva Nukak, un verdadero ecocidio.
Ese es un problema que no se ha querido afrontar, ya que detrás de su promoción se encuentran poderosos políticos y porque la conversión económica de una región que, pese a no ser apta para la ganadería, lleva décadas de tradición y es el sustento de miles de campesinos. Mientras tanto, las reses se siguen comiendo la Amazonía.
La ganadería: un problema histórico
La expansión de la ganadería en el piedemonte amazónico puede rastrearse desde finales del siglo XIX y su epicentro ha sido el actual departamento de Caquetá. Durante décadas, empresarios, Estado, colonos y campesinos han depositado su fe en las reses como motor de desarrollo económico y poco a poco estas le han ganado terreno a la selva, sin embargo, esta actividad fue modesta durante casi todo el siglo XX en la región.
El Estado siempre promovió la ganadería e incentivó a empresarios a formar grandes haciendas, como Larandia en Florencia, pero la expansión ganadera en la Amazonía contó con un obstáculo: el conflicto armado. En regiones de Caquetá, Guaviare y del piedemonte amazónico, ante la paquidermia de un Estado con poca presencia, las Farc mandaban y los ganaderos sabían que ocupar este territorio los convertía en blanco de la extorsión y el boleteo. Tenían como ejemplo a los comerciantes y finqueros de San Vicente del Caguán, quienes debían pagar una vacuna por sus actividades comerciales.
Con la firma del proceso de paz con las Farc, la oportunidad de expandir la frontera agrícola por el piedemonte amazónico tuvo una nueva oportunidad. Por un lado, el Estado entregó miles de vacas a antiguos cocaleros para que dejaran el negocio de las drogas, y por el otro, terratenientes regionales e inversionistas de otros lugares del país comenzaron a deforestar grandes extensiones de tierra y a financiar fincas ganaderas. Solo así se explica el crecimiento acelerado de la población bovina en la región a partir de 2016.
La expansión ganadera se ha hecho en tierras de reserva forestal, parques naturales y resguardos indígenas y ha resultado más lesiva que los mismos cultivos de coca porque mientras que para criar reses se necesita mucha tierra, para producir cocaína se necesitan unas pocas hectáreas. Los principales afectados son los indígenas, quienes ven cómo su territorio ancestral es devorado por el ganado.
La ganadería en esta región ha acelerado la praderización de la Amazonía, un fenómeno que no solo acabaría con la selva, sino que tendría graves efectos en el clima mundial y en el ciclo de lluvias del continente americano.
Según el Igag, Caquetá solo tiene 9.000 hectáreas con capacidad netamente ganadera y Guaviare, 7.000 hectáreas, tan solo el 0,1 por ciento de la superficie de cada departamento.
Foto: Santiago Ramírez.
El pisoteo del ganado compacta los suelos y los vuelve inservibles, inclusive para la siembra de pastos. Esta es una de las razones por las que algunos ganaderos se aventuran a deforestar el bosque amazónico.
Foto: Santiago Ramírez.
El paisaje de zonas de reciente deforestación muestra a las vacas pastando al lado de los árboles derribados y quemados.
Foto: Santiago Ramírez.
El principal responsable de la deforestación del piedemonte amazónico ha sido el Estado colombiano, que en distintos momentos ha promovido y financiado la colonización ganadera en esta región.
Foto: Santiago Ramírez.
A las miles de cabezas de ganado que pastan en las tierras de Guaviare se suman las de búfalo, una especie que agrava aún más el problema de compactación del suelo por su pisoteo.
Foto: Santiago Ramírez.
Aunque en mal estado y casi intransitables en invierno, las fincas ganaderas del Guaviare están comunicadas por redes de trochas que desembocan con la vía principal que conduce a San José de Guaviare, lugar donde se negocia y se despacha el ganado para otros puntos del país.
Foto: Santiago Ramírez.
Buena parte de la población del piedemonte amazónico defiende la ganadería y la considera propia de su cultura. Dicen que, gracias a ella, tienen una vida digna e ingresos legales.
Foto: Santiago Ramírez.
Los ganaderos del piedemonte amazónico le piden al gobierno y a los colombianos que no les estigmaticen y los juzguen de deforestadores.
Foto: Santiago Ramírez.
Algunos ganaderos y campesinos, conscientes de la responsabilidad de la ganadería en la desaparición del bosque amazónico han empezado a implementar una ganadería sostenible, pero piden apoyo del gobierno.
Foto: Santiago Ramírez.
Hatos ganaderos en Calamar, Guaviare.
En Caquetá y Guaviare, en tiempos en que no hay escasez, el kilo de ganado en pie oscila entre 7.000 y 8.000 pesos.
El precio de una res varía dependiendo del lugar donde se realiza la compra. Si el dueño la lleva a los principales centros de acopio regionales, se le paga el máximo precio, si el comprador tiene que ir a la finca, el precio se reduce dependiendo de qué tan lejos queda del centro de acopio.
La mayoría del ganado en pie de Guaviare se negocia en Guamal, Meta y en Bogotá.
Dar ganado a utilidades
Esta es una forma tradicional de criar reses y negociarlas en las zonas ganaderas del país en las que un finquero les entrega a campesinos otros varios terneros para que los engorde en su finca. En Caquetá y Guaviare, los ganaderos practican esta modalidad de negocio desde hace décadas, es casi una tradición. Sin embargo, en los últimos años ha sido utilizada por algunos ganaderos con grandes capitales para impulsar la deforestación. El caso que se explica a continuación se refiere a Caquetá pero sucede en otros lados de la Amazonía con ligeras modificaciones.
Grandes ganaderos de Florencia, Huila y departamentos aledaños financian a colonos o campesinos sin tierra para que deforesten y abran potreros ubicados principalmente en zonas de reserva forestal, parques naturales y resguardos indígenas como el bajo Caguán o el parque natural Tinigua.
Los becerros hacen largos viajes en barcazas que recorren los ríos de la región o en camiones que transitan las trochas abiertas para tal fin.
El costo de deforestar una hectárea ronda los 3.000.000 de pesos que asume el ganadero. Aunque también hay casos en los que el campesino o colono desmonta el bosque a la espera conseguir un ganadero que le entregue terneros.
Para que el negocio sea rentable se necesita deforestar grandes extensiones de bosque ya que una hectárea mantiene de una a o dos reses.
En una hectárea, la extensión de un campo de futbol, pastan de una a dos reses.
Si se van a engordar 100 cabezas de ganado se necesitan entre 50 y 100 ha. Por lo general, el ganadero financia la apertura de varios potreros medianos y o pequeños.
En sitios dominados por grupos armados ilegales, la potrerización es autorizada y alentada por ellos. La razón: necesitan crear una base social, de la misma manera como lo hicieron las FARC en décadas anteriores.
Dos años después o cuando los animales alcanzan 450 o 500 kl, el criador los entrega a su dueño y este le da un porcentaje de la venta.
Al retornar a las haciendas de origen el ganado se hace pasar como si hubiera crecido allí para darle una apariencia de legalidad. Y al campesino se le paga su parte, que puede rondar los 200.000 pesos por res.
Además de la deforestación, las consecuencias de desarrollar la ganadería en zonas no aptas son la praderización, el aumento de las emisiones de CO2 y una rápida pérdida de la poca fertilidad del suelo.
Ganadería y conflicto social
Al tiempo que la deforestación y el número de cabezas de ganado aumentaba, en 2018 el gobierno de Iván Duque lanzó la Operación Artemisa, una estrategia militar que contó con la cooperación de la Fiscalía, la Policía y el Ministerio de Ambiente para luchar contra la deforestación. Cada vez que se llevaba a cabo un operativo, Duque, sus ministros y altos mandos militares sacaron pecho y hablaron de su compromiso con la defensa del medio ambiente y de la Amazonía.
Pero tras esa retórica conservacionista se escondía un historial de abusos legales y una estigmatización de los campesinos al ser tratados como los grandes deforestadores de la Amazonía. Informes de ONG y testimonios dan cuenta de las arbitrariedades cometidas por la fuerza pública en contra de campesinos que fueron judicializados y encarcelados, mientras que los grandes responsables y financiadores de la deforestación siguen aún libres.
La Operación Artemisa mantuvo la misma lógica de la lucha contra las drogas: atacar el eslabón más débil de la deforestación (en este caso el campesino) y preferir la solución militar por encima del diálogo. Peor aún, la Operación Artemisa no frenó la deforestación ni la expansión ganadera.
San Vicente del Caguán, Caquetá.
Por una hectárea deforestada para sembrar hoja de coca, se deforestan 60 para criar ganado.
En el país no existen controles exhaustivos para establecer dónde fue criado el ganado, esta situación hace que las cabezas de ganado engordadas en tierras en donde no es permitido se vendan sin ningún problema en el mercado.
Para motivar a los ganaderos a mantener prácticas sostenibles con el medioambiente, el gobierno lanzó, en septiembre de 2021, el Sello Ambiental Ganadero. Sin embargo este no es vinculante.
Las vacas se comen la Amazonía
La deforestación en los municipios que circundan al Parque Natural Chiribiquete no da su brazo a torcer. Su persistencia va de la mano con el aumento de la población bovina.
El Parque Nacional Natural Serranía de Chiribiquete, conocido también como la “Capilla Sixtina” de la Amazonía porque hace casi 40 años el antropólogo Carlos Castaño redescubrió varios murales con pinturas rupestres en los tepuyes de Cerro Azul, está ubicado en los municipios de San José del Guaviare, Miraflores, y Calamar del departamento de Guaviare y San Vicente de Caguán, Solano y Cartagena del Chairá, pertenecientes al departamento de Caquetá.
4.268.095 hectáreas es la extensión del Parque Chiribiquete.
Más de 70.000 pictogramas hay en Chiribiquete.
En 2018 fue declarado Patrimonio Mixto (cultural y natural) de la Humanidad.
San Vicente del Caguán
Deforestación acumulada: 99.166 ha.
La Macarena
Deforestación acumulada: 75.021 ha.
Cartagena del Chairá
Deforestación acumulada: 92.650 ha.
San José del Guaviare
Deforestación acumulada: 74.785 ha.
Mapiripán
Deforestación acumulada: 42.589 ha.
El Retorno
Deforestación acumulada: 37.357 ha.
Calamar
Deforestación acumulada: 42.259 ha.
Solano
Deforestación acumulada: 31.446 ha.
Ganado y vaqueros en carretera San José - Calamar.
Aunque la coca sigue siendo una de las causas de la deforestación, la ganadería y la apropiación ilegal de baldíos se han convertido en su motor más importante. En los últimos seis años, las dinámicas económicas de departamentos como Guaviare han dado un giro de la siembra de coca y producción de cocaína a la ganadería. Esto no significa que los cultivos de uso ilícito hayan dejado de ser un problema, al contrario, parte de las rentas producidas por el tráfico de drogas y la minería ilegal son invertidas en la deforestación de miles de hectáreas para destinarlas a la ganadería. En otras palabras, estos negocios ilegales no están aislados el uno del otro, sino que dependen entre sí, al tiempo que profundizan la degradación de la Amazonía.